En el blog de hoy me gustaría invitaros a la reflexión a través de una experiencia que tuve este fin de semana. Está especialmente dedicado a todas esas personas que tienen el -¿pero, y si…? En su día a día.
Una de mis aficiones es el ciclismo de carretera, y es este
deporte el que me llevó a esta reflexión.
Era sábado por la mañana, y yo no iba muy rápido, para qué
engañarnos. A mi lado se puso un hombre con mucha conversación, tenía unos
65-70 años. Este hombre tan agradable me comentó que había salido a dar una
vuelta corta, a pesar de que toda su familia se enfadase. Me explicó que hacía
solo 20 días le habían puesto un stent en el corazón, pero que el se moría de
ganas por salir en bici. Continuamos un poco la conversación y cuando llegó al
punto que se había fijado se volvió a casa. Yo continué riéndome durante un
rato, me fascinó la historia de este hombre y me llevo a la reflexión de la
imagen. ¿Vivir es durar?. Esta persona estaba haciendo lo que parecía que más
le llenaba en su día a día, asumiendo unos riesgos, pero al fin y al cabo haciéndolo
feliz, viviendo.
Muchas veces vivimos con miedo a los ¿y si…?, guardando por
si no es el mejor momento, perdiéndonos cosas por el temor a lo que pueda
pasar. ¿De que sirve protegernos de las cosas que nos aportan placer por el
miedo a lo que pueda pasar? Obviamente todo esto lo digo dentro de una
sensatez, no es apología a una vida hedonista ni mucho menos.
Por eso me centro en todas esas personas que de cada opción
que les surge buscan las alternativas y se aferran a la opción tenebrosa y
catastrofista, por complicada que parezca, lo que les lleva a dejar de hacer algo
que podrían haber disfrutado y no necesariamente era arriesgado.
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