domingo, 18 de febrero de 2024

¿POR QUÉ NO DECIRNOS COSAS BUENAS?

 ¿POR QUÉ NO DECIRNOS COSAS BUENAS?



Son muchas las veces que mis pacientes vienen a consulta y, cuando les pregunto por algo que valoren de si mismos o que crean que se les da bien me dicen que qué vergüenza les da verbalizarlo, o me dan argumentos para matizar que es algo que alguna vez les han dicho, como suavizando el hecho de que ellos lo pudiesen llegar a pensar.

Ante estas situaciones yo siempre siempre salgo con el mismo discurso: de manera histórica y cultural nos han enseñado a que si decimos algo negativo sobre nosotros mismos, como que somos tontos, la gente tiende a acogernos y tranquilizarnos, diciéndonos, por ejemplo, que eso no es así, que solo ha sido un error.

En cambio, cuando decimos algo positivo sobre nosotros mismos, o una cualidad personal que destacaríamos, el comentario siempre tiende a ser “que flipado eres”, “no tienes abuela” o “te lo tienes creído”.

Lo que trato de decirle a mis pacientes es que, reconocernos las cosas que hacemos bien es algo necesario, ya que, al fin y al cabo, es algo que sentimos de esa forma y negarlo no es positivo para nosotros. Todo esto, sin caer en la arrogancia o desconsideración, claro. No es lo mismo decir “se me da muy bien pintar” que decir “soy el mejor pintor”, pero es muy importante que identifiquemos y que reconozcamos nuestras cualidades positivas, aquello que nos gusta, y lo que consideramos que se nos da bien, y que podamos decirlo en voz alta.

Ahora te propongo que hagas una lista (da igual lo corta o larga que sea), y escribas aquellas cosas positivas que consideres de ti, o algo en lo que te consideres bueno. Recuerda que, cuando digo que eres bueno no quiero decir que seas el mejor que conoces.

Añadir que probablemente, y eso me dice la experiencia, en ese listado, características que ellos consideran defectos y por tanto han excluido, son en realidad virtudes (perfeccionista, sentimental, práctico, sincero….).

martes, 8 de junio de 2021

PARECÍA DIFÍCIL, Y LUEGO ¿QUÉ?

 

Hoy quiero empezar con una cuestión directa, así, de golpe.

Piensa en algo que te costase mucho hacer y ahora lo hagas de manera natural.

Tómate unos segundos para pensarlo, date esa oportunidad.


Podemos encontrar muchos ejemplos como empezar a conducir, quedar con algunas personas, empezar en un nuevo trabajo, o practicar un deporte.

Es más, piénsalo por un momento, la primera vez que cogiste un coche, ¿veías sencillo, o incluso posible, poder llegar a conducir relajado haciendo rotondas, stop’s, etc., como si nada? No lo creo.

Por todo esto, quiero invitaros a reflexionar en varios aspectos.

Son muchas las ocasiones en que nos agobiamos pensando que algo es imposible, tedioso, muy difícil o que nunca terminará, y cuando llegamos a un punto en el que lo controlamos, un llano, después de todo ese sufrimiento, miramos para atrás y nos damos cuenta de que tampoco ha sido tanto sufrimiento, o que el sufrimiento que parecía tan insalvable en nuestra mente, no lo ha sido tanto.

Nuestra cabeza se empeña en muchas ocasiones en decirnos que no podemos, o plantearnos todas las catástrofes y pegas posibles, como una forma de “protegernos” o simplemente por miedo al fracaso, aunque en realidad muchas veces solo nos mete piedras en la mochila, nos hace de freno innecesario.

Imagen: 72 Kilos
Imagen: 72 KILOS

 

No quiero que esto sea un texto motivacional diciendo que puedes con todo lo que te propongas, porque hay ocasiones en que no es así, y aceptarlo también está bien y es natural.

Mi objetivo es más bien tener o que tengáis un recordatorio de que muchas veces vemos las cosas imposibles, y no creemos que exista ese “llano” después de toda esa subida, y si que existe, y una vez que llegamos nos solemos olvidar por completo de lo duro que fue para nosotros el llegar hasta ahí (otra de las proezas de nuestra fantástica cabecita), y simplemente integramos en nuestra rutina esa nueva habilidad, que tan complicada creímos.

Por ello, tenemos que tratar de ser conscientes de nuestro esfuerzo y de todo el sufrimiento o trabajo que nos ha costado llegar a ese punto en el que controlamos la actividad, ese llano que mencionaba, y debemos sentirnos orgullosos de nosotros mismos (cosa que también olvidamos a menudo).

Es habitual que estando en esa situación de control, nos planteemos inmediatamente nuevos objetivos, retos o “subidas”, y es genial tener metas e intentar superarnos, pero no debemos olvidarnos de todo nuestro esfuerzo anterior, ya que sin él y sin sus resultados no podríamos alcanzar esos nuevos objetivos que nos planteamos, y tener esa capacidad de recordarlos creo nos puede dar un plus de seguridad y de positividad, así que:

¡Tengamos un poquito de memoria, por favor!

 




https://www.doctoralia.es/iciar-goujon/psicologo/madrid


miércoles, 24 de marzo de 2021

NO ES SOLO VIVIR, ES SENTIRSE VIVO

 

En el blog de hoy me gustaría invitaros a la reflexión a través de una experiencia que tuve este fin de semana. Está especialmente dedicado a todas esas personas que tienen el -¿pero, y si…? En su día a día.

Una de mis aficiones es el ciclismo de carretera, y es este deporte el que me llevó a esta reflexión.

Consulta Psicológica Villaverde

Era sábado por la mañana, y yo no iba muy rápido, para qué engañarnos. A mi lado se puso un hombre con mucha conversación, tenía unos 65-70 años. Este hombre tan agradable me comentó que había salido a dar una vuelta corta, a pesar de que toda su familia se enfadase. Me explicó que hacía solo 20 días le habían puesto un stent en el corazón, pero que el se moría de ganas por salir en bici. Continuamos un poco la conversación y cuando llegó al punto que se había fijado se volvió a casa. Yo continué riéndome durante un rato, me fascinó la historia de este hombre y me llevo a la reflexión de la imagen. ¿Vivir es durar?. Esta persona estaba haciendo lo que parecía que más le llenaba en su día a día, asumiendo unos riesgos, pero al fin y al cabo haciéndolo feliz, viviendo.

Muchas veces vivimos con miedo a los ¿y si…?, guardando por si no es el mejor momento, perdiéndonos cosas por el temor a lo que pueda pasar. ¿De que sirve protegernos de las cosas que nos aportan placer por el miedo a lo que pueda pasar? Obviamente todo esto lo digo dentro de una sensatez, no es apología a una vida hedonista ni mucho menos.

Por eso me centro en todas esas personas que de cada opción que les surge buscan las alternativas y se aferran a la opción tenebrosa y catastrofista, por complicada que parezca, lo que les lleva a dejar de hacer algo que podrían haber disfrutado y no necesariamente era arriesgado.




Para conocerme más haz clic aquí




jueves, 23 de abril de 2020

LA PÉRDIDA DE UN SER QUERIDO HOY EN DÍA


El duelo es un tema muy amargo pero que a su vez está a la orden del día.
Cuando pregunto a mis pacientes si saben lo que es el duelo muchas veces me responden que es una lucha de espadas, por lo que suelo explicarles que el duelo también es dolor. Esto se puede traducir en la muerte de un ser querido, un cambio de hogar, la pérdida de un trabajo o una ruptura sentimental, entre otras. Pero por el momento, voy a centrarme en la posible pérdida de una persona importante.


En muchos casos se está dando una experiencia muy impactante emocionalmente para la que no estamos preparados, en forma de emociones muy intensas que además pueden variar mucho a lo largo del día. Suelen ser emociones desagradables en su mayoría, como son la tristeza, el enfado, la irritabilidad, el shock, el anhelo, la insensibilidad, el nerviosismo o la culpa. También hay manifestaciones a nivel físico como dolor, angustia, cansancio, llanto incontrolado, dolor de cabeza, sensación de falta de aire, etc.

Todas estas emociones son perfectamente comprensibles y válidas, y aparecen como una respuesta a estas situaciones de tanto dolor que se está viviendo.


La tristeza es el sentimiento más común en el duelo y tratar de evitarlo puede dificultar la superación del mismo. Es un sentimiento normal, y es necesario manifestarlo libremente ya que de lo contrario sería contraproducente para la recuperación.

El sentimiento de enfado puede provenir de dos fuentes, por un lado nos encontramos la frustración por no poder evitar la muerte, y por el otro la sensación de abandono, contra la persona fallecida, contra el personal sanitario, etc.

La culpa y los autorreproches aparecen por las acciones que no se realizaron. En este momento se puede dar en mayor medida, ya que la persona en muchas ocasiones no ha podido despedirse, o se siente culpable por la situación o los acontecimientos.

La ansiedad puede aparecer por el miedo a no saber cómo continuar sin esa persona o como gestionar esta difícil situación.

La sensación de alivio es normal en los casos en los que las enfermedades han sido duras y dolorosas, y suele ir acompañado de sentimientos de culpa, ya que el hecho de sentir alivio debido al fin del sufrimiento de la persona fallecida en ocasiones es interpretado de manera errónea, y es por ello que genera sentimientos de culpabilidad, a pesar de ser un sentimiento normal.

Por último, entre las conductas podemos añadir problemas de alimentación, soñar con el fallecido, evitar las cosas que puedan hacerle recordar a esa persona, llanto incontrolado o incapacidad para llorar, llevar consigo objetos que le recuerdan al fallecido o aferrarse a objetos que le pertenecían. Si se diese el caso de que estas conductas no desapareciesen gradualmente acorde al proceso de duelo, sería beneficioso acudir a un especialista.

Cada duelo es un mundo, y en ocasiones me encuentro en consulta con personas que sienten que no han querido suficiente a la persona fallecida porque no han llorado, porque han recordado momentos con una sonrisa o porque se han distraído y disfrutado días después.  Cada uno tenemos unos procesos mentales, recursos propios y manifestación de los sentimientos muy diferentes, y eso no significa que te duela más o menos perder a un ser querido.

También se pueden producir oleadas de dolor, conocidas como “punzadas del duelo”, asociadas a recuerdos que vienen de la persona fallecida, algo que es también muy común. Esto no implica ningún paso atrás o recaídas, simplemente es nuestra cabeza reorganizándose y adaptándose a esta dolorosa pérdida.

Podríamos utilizar el símil de una herida profunda para explicar el duelo. Cuando esa herida tratas de taparla, puede llevar a problemas, ya que periódicamente puede infectarse y supurar -de la misma forma que lo hace el duelo patológico- sin embargo, enfrentarse a la sanación de una herida conllevará tiempo, cuidados y dolor. El hecho de limpiar esa herida, quitando cualquier rastro de infección, puede ser doloroso, pero ayudará a mejorar y dejará una fina cicatriz.





Me gustaría terminar con dos palabras muy fáciles de escribir pero muy complicadas de asimilar: VALIDA Y ACEPTA tus emociones. No hay que luchar contra ellas, es bueno vivirlas, tanto las agradables como las desagradables, y en los primeros meses tras una pérdida dura vivimos una montaña rusa emocional que debemos comprender y aceptar, intentemos realizar acciones que nos ayuden poco a poco a recuperar las riendas de nuestra vida.

jueves, 16 de enero de 2020

QUEJAS COMO FORMA DE VIDA


Son muchas las personas que en su día a día se quejan constantemente. De hecho, reducir estas quejas forma parte de los objetivos anuales de muchos de nosotros.

Estos lamentos con frecuencia no hacen referencia a problemas graves ni a molestias constantes, incluso muchas veces no van acompañadas de un malestar significativo.

¿Cuántas veces has escuchado o dicho: “que cansado estoy”, “que frío hace” …?, cuando valorándolo desde otra perspectiva, este no es un problema real o que necesite mayor atención.
Todas estas quejas van acompañadas de un problema, y es que nos hacen más infelices, tenemos el foco constantemente puesto en aquello que nos genera malestar o incomodidad, sin prestar atención a todas las situaciones que sí nos aportan placer o nos pueden hacer felices.

Estas quejas cumplen la función de amortiguar el malestar o minimizar la frustración. Y aunque inicialmente esta función parecen cumplirla, a largo plazo representan un problema.

El poder compartir nuestras quejas con otras personas nos puede hacer sentir apoyados, aunque en realidad únicamente conseguimos reforzar este patrón, y mantenerlo en el tiempo, como una forma de vida.

Ante los problemas que nos hacen sentir mal, la queja no es ninguna solución, aceptando en cambio que muchas cosas no van por el camino que nos gustaría, e iniciando acciones para aliviar este malestar es donde empezaremos a notar los cambios.

Cuando mis pacientes se enfrentan a un problema que les frustra, siempre hago la primera pregunta: ¿ahora mismo tiene solución?, si la respuesta es sí, busco una movilización para lograr resolver esa situación frustrante. Dividiendo el problema en objetivos realistas y a corto- medio plazo. Si la respuesta es no, lo primero que necesito lograr es la aceptación del problema, ya que no está en su mano resolverlo.



Por último y a modo de reflexión, todas estas quejas nos están impidiendo disfrutar de muchas cosas positivas que nos pueden estar pasando. Te propongo algo… cada vez que verbalices una queja en esta próxima semana, acompáñala de algo positivo que te esté pasando en el día, por pequeño que sea.

jueves, 28 de noviembre de 2019

EL DUELO TRAS UNA RUPTURA


Hoy quiero hablaros sobre las rupturas de pareja, y más concretamente del duelo que necesitamos pasar tras una ruptura.
El duelo, más allá de la imagen mental que todos podemos tener de una persona triste vestida de negro, es un proceso natural que vivimos todas las personas antes o después en nuestra vida y por diversos motivos.
El duelo no es únicamente el proceso en el que te adaptas a la muerte de un ser querido, sino que es un proceso de asimilación y adaptación emocional a la pérdida de algo que valoramos, y por lo tanto se puede extender a la ruptura de una relación, a un cambio de ciudad o a una mudanza a un nuevo hogar, por ejemplo.

Son muchas personas las que acuden a consulta porque llevan varios meses que siguen sintiéndose tristes por una ruptura con su pareja, y ellos mismos, o sus personas cercanas opinan, valoran o creen que “ya deberían estar bien”. Cuando sucede esto en la terapia es donde echo el freno y hago saltar una “alarma de STOP” para explicar lo siguiente:

¿Acaso hay una guía temporal que nos dice cuánto tiempo hay que estar triste tras una pérdida? ¿Son dos meses por una ruptura, tres por el fallecimiento de familiar lejano y seis por familia próxima? ¿Están vetados los duelos por situaciones diferentes a la muerte? ¿Quién decide los sentimientos normativos para cada situación? Todas estas cuestiones tienen una respuesta en común: “NO y NADIE”.

Aceptando que no hay una guía temporal para superar un duelo, ni unos sentimientos concretos, empezamos a aceptar que cada duelo es diferente. No hay dos rupturas iguales, ni te afecta todo de la misma forma según el tipo de pérdida, hay múltiples factores que pueden hacer variar todas las características del duelo.
Kübler-Ross definió unas fases del duelo que son útiles para explicar este proceso, sobre todo si son entendidas como fases que podemos repetir y que incluso pueden presentarse simultáneamente, sin que ello suponga un empeoramiento o un estancamiento en el proceso del duelo saludable.

Estas fases son:
  • Negación: Presenta conductas como ocasiones en las que dejas de hacer planes con otras personas por si tu expareja vuelve, no querer contarle a nadie la ruptura porque piensas que es un error que se solucionará, o esperar el día en el que retomareis la relación.
  • Ira: Profunda rabia hacia la otra persona, hacia uno mismo o incluso contra terceras personas al tratar de buscar culpables.
  • Negociación: Búsqueda de “errores” que tendría que solucionar la persona, o uno mismo, para poder retomar la relación e incluso intentos de cambiar.
  • Depresión: La tristeza profunda que puede acompañar a una ruptura, y estar presente en muchos momentos, pero que poco a poco disminuye, dando paso a la siguiente fase.
  • Aceptación: Asimilación del fin de la relación y comienzo de una “nueva” vida en la que la antigua relación no tiene espacio.

Estas fases pueden aparecer independientes, juntas o repetirse, no es necesario que sigan un orden concreto o que sean lineales.

 Existen personas que se quedan muy atascadas en una fase concreta y pasan por otras más por encima, por todo ello cada persona necesita una valoración y unas estrategias diferentes para superar su duelo tras una ruptura.
El primer paso es respetar los tiempos que cada persona va necesitando, sin presionarse por estar bien.




miércoles, 9 de octubre de 2019

“Todo me va bien y a pesar de ello estoy triste”


¿Cuántas veces has escuchado o dicho… “Todo me va bien y a pesar de ello estoy triste”?

Es común que existan momentos en nuestra vida en los que las cosas nos están yendo como nos gustaría en el plano económico, sentimental, etc. y, sin embargo, no nos sentimos acorde a ello, no estamos bien y no logramos disfrutar y ser felices. ¿Y qué es lo que tendemos a hacer en estos momentos? Sentirnos culpables.

Frases como “no deberías sentirte así” o preguntas como “¿por qué no eres feliz si tienes lo que querías?” rondan tu cabeza, e incluso la de muchas personas que te rodean.

En definitiva, si no tenías suficiente con sentirte mal, vamos a añadir el ingrediente de la culpa para terminar de agravar y amargar la situación.

Este tipo de situaciones donde parece que las cosas van bien, y los sentimientos no van acorde puede deberse a que a medida que vamos creciendo vamos resolviendo nuestras necesidades más básicas, como son las necesidades fisiológicas, de seguridad y sociales, y resueltas estas necesidades empezamos a preocuparnos por factores superiores, como la confianza, autoestima y autorrealización.

Parece obvio pero no es bueno que nos sintamos culpables por sentirnos “de bajón” en aquellos momentos en los que parece irnos todo bien. Es una sensación que puede aparecer con más frecuencia de la que pensamos y es nuestro trabajo tratar de aceptarla (Aceptar que puedes sentirte mal cuando todo te va bien es el primer paso para empezar a conocer qué hay detrás de estos sentimientos y trabajar para mejorar esta situación).

Muchas veces el factor implicado en este desajuste de las emociones se debe a nuestros pensamientos. Los planes, ideas y pensamientos sobre nuestra situación actual o ideal pueden actuar como kamikazes de nuestro estado de ánimo.


Por ello, los pasos a seguir en este tipo de situaciones suelen ser: 
  • Aceptar que tenemos derecho a sentirnos desanimados, aunque las cosas funcionen bien.
  • Identificar qué pensamientos están actuando como kamikazes.




¿POR QUÉ NO DECIRNOS COSAS BUENAS?

  ¿POR QUÉ NO DECIRNOS COSAS BUENAS? Son muchas las veces que mis pacientes vienen a consulta y, cuando les pregunto por algo que valoren de...