El duelo es un tema muy amargo pero que a su vez está a
la orden del día.
Cuando pregunto a mis pacientes si saben lo que es el
duelo muchas veces me responden que es una lucha de espadas, por lo que suelo
explicarles que el duelo también es dolor. Esto se puede traducir en la muerte de un ser querido, un
cambio de hogar, la pérdida de un trabajo o una ruptura sentimental, entre
otras. Pero por el momento, voy a centrarme en la posible
pérdida de una persona importante.
En muchos casos se está dando una experiencia
muy impactante emocionalmente para la que no estamos preparados, en forma
de emociones muy intensas que además pueden variar mucho a lo largo del día.
Suelen ser emociones desagradables en su mayoría, como son la tristeza, el enfado, la
irritabilidad, el shock, el anhelo, la insensibilidad, el nerviosismo o la
culpa. También hay manifestaciones a nivel físico como dolor, angustia,
cansancio, llanto incontrolado, dolor de cabeza, sensación de falta de aire,
etc.
Todas estas emociones son perfectamente comprensibles y
válidas, y aparecen como una respuesta a estas situaciones de tanto dolor que
se está viviendo.
La tristeza es el sentimiento más común en el duelo y
tratar de evitarlo puede dificultar la superación del mismo. Es un sentimiento
normal, y es necesario manifestarlo libremente ya que de lo contrario sería
contraproducente para la recuperación.
El sentimiento de enfado puede provenir de dos fuentes,
por un lado nos encontramos la frustración por no poder evitar la muerte, y por
el otro la sensación de abandono, contra la persona fallecida, contra el
personal sanitario, etc.
La culpa y los autorreproches aparecen por las acciones
que no se realizaron. En este momento se puede dar en mayor medida, ya que la
persona en muchas ocasiones no ha podido despedirse, o se siente culpable por
la situación o los acontecimientos.
La ansiedad puede aparecer por el miedo a no saber cómo
continuar sin esa persona o como gestionar esta difícil situación.
La sensación de alivio es normal en los casos en los que
las enfermedades han sido duras y dolorosas, y suele ir acompañado de
sentimientos de culpa, ya que el hecho de sentir alivio debido al fin del
sufrimiento de la persona fallecida en ocasiones es interpretado de manera
errónea, y es por ello que genera sentimientos de culpabilidad, a pesar de ser
un sentimiento normal.
Por último, entre las conductas podemos añadir problemas
de alimentación, soñar con el fallecido, evitar las cosas que puedan hacerle recordar
a esa persona, llanto incontrolado o incapacidad para llorar, llevar consigo
objetos que le recuerdan al fallecido o aferrarse a objetos que le pertenecían.
Si se diese el caso de que estas conductas no desapareciesen gradualmente
acorde al proceso de duelo, sería beneficioso acudir a un especialista.
Cada duelo es un mundo, y en ocasiones me
encuentro en consulta con personas que sienten que no han querido suficiente a
la persona fallecida porque no han llorado, porque han recordado momentos con una
sonrisa o porque se han distraído y disfrutado días después. Cada uno tenemos unos procesos mentales,
recursos propios y manifestación de los sentimientos muy diferentes, y eso no
significa que te duela más o menos perder a un ser querido.
También se pueden producir oleadas de dolor, conocidas
como “punzadas del duelo”, asociadas a recuerdos que vienen de la persona
fallecida, algo que es también muy común. Esto no implica ningún paso atrás o recaídas,
simplemente es nuestra cabeza reorganizándose y adaptándose a esta dolorosa
pérdida.
Podríamos utilizar el símil de una herida profunda para
explicar el duelo. Cuando esa herida tratas de taparla, puede llevar a
problemas, ya que periódicamente puede infectarse y supurar -de la misma forma
que lo hace el duelo patológico- sin embargo, enfrentarse a la sanación de una
herida conllevará tiempo, cuidados y dolor. El hecho de limpiar esa herida,
quitando cualquier rastro de infección, puede ser doloroso, pero ayudará a
mejorar y dejará una fina cicatriz.
Me gustaría terminar con dos palabras muy fáciles de
escribir pero muy complicadas de asimilar: VALIDA Y ACEPTA tus
emociones. No hay que luchar contra ellas, es bueno vivirlas, tanto las agradables como las desagradables, y en los primeros meses tras una pérdida dura
vivimos una montaña rusa emocional que debemos comprender y aceptar, intentemos
realizar acciones que nos ayuden poco a
poco a recuperar las riendas de nuestra vida.