jueves, 23 de abril de 2020

LA PÉRDIDA DE UN SER QUERIDO HOY EN DÍA


El duelo es un tema muy amargo pero que a su vez está a la orden del día.
Cuando pregunto a mis pacientes si saben lo que es el duelo muchas veces me responden que es una lucha de espadas, por lo que suelo explicarles que el duelo también es dolor. Esto se puede traducir en la muerte de un ser querido, un cambio de hogar, la pérdida de un trabajo o una ruptura sentimental, entre otras. Pero por el momento, voy a centrarme en la posible pérdida de una persona importante.


En muchos casos se está dando una experiencia muy impactante emocionalmente para la que no estamos preparados, en forma de emociones muy intensas que además pueden variar mucho a lo largo del día. Suelen ser emociones desagradables en su mayoría, como son la tristeza, el enfado, la irritabilidad, el shock, el anhelo, la insensibilidad, el nerviosismo o la culpa. También hay manifestaciones a nivel físico como dolor, angustia, cansancio, llanto incontrolado, dolor de cabeza, sensación de falta de aire, etc.

Todas estas emociones son perfectamente comprensibles y válidas, y aparecen como una respuesta a estas situaciones de tanto dolor que se está viviendo.


La tristeza es el sentimiento más común en el duelo y tratar de evitarlo puede dificultar la superación del mismo. Es un sentimiento normal, y es necesario manifestarlo libremente ya que de lo contrario sería contraproducente para la recuperación.

El sentimiento de enfado puede provenir de dos fuentes, por un lado nos encontramos la frustración por no poder evitar la muerte, y por el otro la sensación de abandono, contra la persona fallecida, contra el personal sanitario, etc.

La culpa y los autorreproches aparecen por las acciones que no se realizaron. En este momento se puede dar en mayor medida, ya que la persona en muchas ocasiones no ha podido despedirse, o se siente culpable por la situación o los acontecimientos.

La ansiedad puede aparecer por el miedo a no saber cómo continuar sin esa persona o como gestionar esta difícil situación.

La sensación de alivio es normal en los casos en los que las enfermedades han sido duras y dolorosas, y suele ir acompañado de sentimientos de culpa, ya que el hecho de sentir alivio debido al fin del sufrimiento de la persona fallecida en ocasiones es interpretado de manera errónea, y es por ello que genera sentimientos de culpabilidad, a pesar de ser un sentimiento normal.

Por último, entre las conductas podemos añadir problemas de alimentación, soñar con el fallecido, evitar las cosas que puedan hacerle recordar a esa persona, llanto incontrolado o incapacidad para llorar, llevar consigo objetos que le recuerdan al fallecido o aferrarse a objetos que le pertenecían. Si se diese el caso de que estas conductas no desapareciesen gradualmente acorde al proceso de duelo, sería beneficioso acudir a un especialista.

Cada duelo es un mundo, y en ocasiones me encuentro en consulta con personas que sienten que no han querido suficiente a la persona fallecida porque no han llorado, porque han recordado momentos con una sonrisa o porque se han distraído y disfrutado días después.  Cada uno tenemos unos procesos mentales, recursos propios y manifestación de los sentimientos muy diferentes, y eso no significa que te duela más o menos perder a un ser querido.

También se pueden producir oleadas de dolor, conocidas como “punzadas del duelo”, asociadas a recuerdos que vienen de la persona fallecida, algo que es también muy común. Esto no implica ningún paso atrás o recaídas, simplemente es nuestra cabeza reorganizándose y adaptándose a esta dolorosa pérdida.

Podríamos utilizar el símil de una herida profunda para explicar el duelo. Cuando esa herida tratas de taparla, puede llevar a problemas, ya que periódicamente puede infectarse y supurar -de la misma forma que lo hace el duelo patológico- sin embargo, enfrentarse a la sanación de una herida conllevará tiempo, cuidados y dolor. El hecho de limpiar esa herida, quitando cualquier rastro de infección, puede ser doloroso, pero ayudará a mejorar y dejará una fina cicatriz.





Me gustaría terminar con dos palabras muy fáciles de escribir pero muy complicadas de asimilar: VALIDA Y ACEPTA tus emociones. No hay que luchar contra ellas, es bueno vivirlas, tanto las agradables como las desagradables, y en los primeros meses tras una pérdida dura vivimos una montaña rusa emocional que debemos comprender y aceptar, intentemos realizar acciones que nos ayuden poco a poco a recuperar las riendas de nuestra vida.

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